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Sunday 22 August 2010

Nuestros bíblicos personajes:Shaúl: el rey que perdió la corona que nunca tuvo - Michael Telias

Nuestros bíblicos personajes:Shaúl: el rey que perdió la corona que nunca tuvo

Por: Michael Telias

¿Por qué fue destituido Shaúl, un rey que, a las claras, no hizo las cosas tan mal? Aunque desprestigiado, Shaúl es uno de los personajes más interesantes de todo nuestro Tanaj.


Introducción
La narrativa bíblica (y no la historia) cuenta que previo a la magna asunción de David al trono de Judá e Israel, es nombrado Shaúl Rey sobre “el pueblo elegido”. Relativamente poco tiempo pasa hasta que es destituido formalmente de su cargo, a pesar de que muchos años han de pasar hasta que sea destituido en la práctica. ¿Cuál es el motivo –digamos la excusa– del relato de Shmuel con respecto a dicha destitución? ¿Es este un acto justificado y moralmente aceptable? ¿Por qué da la impresión de que Shaúl cayó en una trampa prosaica, en un juego literario donde no hay reglas?


Una tragedia perfecta
Sin lugar a dudas, uno de los más interesantes personajes de todo el Tanaj, y de los libros de Shmuel en particular, es el Rey Shaúl. Desde el comienzo, con su elección absolutamente arbitraria, y hasta su trágica muerte junto a su hijo Yonatán; la historia de Shaúl es una de las más perfectas tragedias jamás escritas, sin nada que envidiarle a Antígona, Macbeth, Los Miserables y otras obras maestras de la literatura mundial. A lo largo de 22 capítulos (I Shmuel IX – I Shmuel XXXI), el relato de Shaúl, de su familia, y especialmente de su tan ambigua relación con David, incluye todo lo que un escritor de novelas quisiera poder describir en su narrativa: suspenso y misterio; violencia, amor, delirio y muerte; heroísmo y coraje. Entender la complejidad de este personaje es casi una misión imposible, y a pesar de esto trataremos en estas líneas de trazar la silueta de una figura clara como la noche, y de explicar ciertas verdades inexplicables y algunas mentiras bastante aceptables.


Ciertas malas decisiones...
Según la narrativa bíblica, durante la salida de Egipto, los hebreos bajo el mando de Moisés son atacados por detrás por un pueblo de la zona, que al parecer habitó las planicies desiertas del sur del Neguev y el noreste de la península del Sinaí: el pueblo de Amalec (Éxodo XVII, 8-16). Aparece entonces por primera vez en el Tanaj el concepto de Jerem, es decir, la Guerra Santa (sí, sí... ese es un concepto judío también). La relación de odio absoluto e indudable hacia Amalec es un tema realmente fascinante, que podría dar lugar a un curso entero. Con respecto a nuestro tema, se dirá solamente que para Shaúl, como el primer Rey israelita de la historia narrativa del Tanaj, el encuentro con Amalec conforma un desafío que pone en juego su capacidad de liderazgo, y la justificación, o no, de las causas por las cuales fue nombrado Rey. Y así está escrito (I Shmuel XV):



“[2]Así dice el Eterno de los Ejércitos: «Me acuerdo de lo que Amalec hizo a Israel, cómo se interpuso en el camino cuando salió de Egipto.[3]Ahora ve y hiere a Amalec, y destruye todo lo que posean, sin dejar nada. Mata tanto a hombre como a mujer, a niño como a lactante, a buey y oveja, camello y asno».”



Es ésta, como nombrábamos antes, la orden del “Jerem”, la Guerra Santa que no deja lugar a dudas: la misión de Shaúl es destruir al pueblo de Amalec desde su raíz, borrarlo de la faz del planeta.



“[7] E hirió Shaúl a los amalecitas, desde Javilá hasta el camino a Shur, que está frente a Egipto. [8] Y tomó vivo a Agag, rey de los amalecitas, y destruyó a toda la gente a filo de espada. [9] Pero Shaúl y el pueblo dejaron vivos a Agag, y las mejores ovejas y bueyes, y de los animales engordados y de los corderos y todo lo que era bueno no quiso destruirlo completamente, pero todo lo despreciable lo destruyeron completamente.”



Shaúl, entonces, falta a la palabra de Dios, dada a través de Shmuel (...según Shmuel). Dicha falta le cuesta a Shaúl su corto reinado, es formalmente destituido del cargo, a pesar de que de facto sigue funcionando como Rey hasta el día de su trágica muerte. El texto nos cuenta que, a pesar de la constante y obsesiva persecución a David por parte de Shaúl, David le permite terminar sus días como Rey, a pesar de que éste es ungido como Rey poco tiempo después de la formal destitución de Shaúl.

¿A qué se debe esta deliberada decisión de Shaúl? ¿Cuáles son los motivos que pueden impulsar a Shaúl a cometer el peor de los errores? La trágica historia de Shaúl continúa, desde este punto en adelante, en una permanente cuesta abajo. Primero, el monarca se trastorna, sumiéndose en una demencia obsesiva y compleja, sufriendo de ataques de nervios que sólo el arpa de David puede calmar, luego es humillado y maltratado por su pueblo, más adelante ordena el asesinato de levitas que esconden a David, se enfrenta con sus propias decisiones cuando acude a una bruja luego de haber prohibido la brujería bajo pena de muerte, y todo esto sucede mientras su único aliado en vida es su propio hijo Yonatán, el cual ama al rival David “como a su misma alma” (I Shmuel XVIII, 3). Es este suceso, el incumplimiento de la orden divina, el cual va a sumir a Shaúl en una vida de miseria -si no material- miseria mental y espiritual.


Shaúl “el misericordioso”
Pensándolo desde cierto punto, podría entenderse la decisión de Shaúl como un acto de misericordia pura, frente a la desolada situación de Agag. Agag, enemigo o amigo, es a fin de cuentas un Rey. Lidera a su pueblo como lo hace Shaúl con el suyo, se enfrenta a sus enemigos con bravura, y trata, obviamente, de obtener la victoria. Ha sido nombrado Rey para guiar, mostrar el camino y también ser el responsable de los errores cometidos. Es ésta la situación en la que vive Shaúl. Es muy lógico pensar que no sería muy difícil para Shaúl identificarse con la situación del vencido Agag y sentir pena por alguien que puede verse desde cierto punto de vista como “colega”. Es por esto que Shaúl, finalizada la batalla, le perdona la vida a Agag.

Esta explicación podría verse como muy lógica y aceptable, solamente obviando el resto del versículo, que nos cuenta que Shaúl deja vivos también a los animales, al ganado selecto. ¿Qué tiene que ver esto con algún tipo de misericordia por parte de Shaúl frente a Agag? Mas allá de esto, si es Shaúl tan misericordioso para con su “colega”, un Rey fuerte y bien armado, ¿por qué no demuestra esta misma misericordia frente a niños, mujeres y ancianos, que son todos exterminados sin miramientos? Y la pregunta más difícil de contestar, ¿por qué no es premiado Shaúl por su misericordia, en lugar de ser castigado?, o tal vez, por lo menos, ser castigado por falta de cumplimiento de la Ley, pero por otro lado ser elogiado por su comportamiento moral y ético.

¿Comportamiento moral y ético? (...!)


Shaúl “el ambicioso”
La explicación más simple de los actos de Shaúl se encuentra, por lo tanto, en la frecuente característica de la personalidad de hombres de poder: la ambición. Shaúl está interesado solamente en las mejores vacas y ovejas de Agag. Hay que recordar, que si bien hoy en día la ganadería y la agricultura no son vistos como las áreas económicas más lucrativas (en comparación con Microsoft o Google), en la “época bíblica” la posesión de ganado y tierras eran el único tipo de riqueza material verdadera. Pero entonces, ¿por qué deja Shaúl vivo a Agag?, ¿para tener una simple excusa?, ¿para no ser denunciado como quien ve su beneficio personal por encima del beneficio colectivo?

También en este tipo de explicación podemos encontrar contradicciones. Si es la posesión material lo que le importa a Shaúl, entonces ¿por qué mata Shaúl a las mujeres amalecitas? Hay que recordar que en la “época bíblica” las mujeres son posesiones de los hombres. Son compradas por parte del futuro esposo de manos del padre de la mujer, y por supuesto que en caso de guerra, las mujeres sobrevivientes son tomadas como cautivas y esclavas. Es muy común encontrar en textos de los siglos XII a VIII AEC, testimonios de guerras a raíz de las cuales parte de la población cautiva es puesta al servicio del Rey en su palacio. La posesión de personas, y especialmente de mujeres, es vista también, al igual que la posesión de ganado y tierras, como un símbolo de riqueza y poder. Es por esto que la explicación dada normalmente por ciertos exégetas, según la cual Shaúl actúa a través de intereses personales, la ambición de poder, es un poco ridícula. Más allá de esto, Shaúl como Rey tiene completo poder de las riquezas de su reino, por lo tanto si lo que quiere es más ganado, lo único que tiene que hacer es pedirlo. El pueblo, que exigió por parte de Shmuel el nombramiento de un Rey, tiene también la responsabilidad de mantener a ese Rey.


Shaúl, la víctima
Hay sin embargo, una tercera opción, que se ve claramente a través de un profundo análisis de ambos libros de Shmuel, y no se desprende tan fácilmente del análisis específico de estos nueve versículos. En algún momento, durante los siglos VIII y VII AEC, alguno de los Reyes de Judá envió a sus escribas a relatar y redactar la historia del legendario padre fundador del clan: David de Beit-Leed. De esta manera se abre la posibilidad de presentar al padre de la nación frente a todos, especialmente frente a los amigos/enemigos del samaritano Reino de Israel. Es así como se desarrolla el libro de Shmuel, que luego por simples razones de comodidad se va a dividir en dos tomos, I Shmuel y II Shmuel.

Al cabo de la lectura de los libros de Shmuel se puede ver claramente la imagen de David, el Rey perfecto, el enviado de Dios, el auténtico Mesías que ha venido a salvar al pueblo hebreo. Pero como demostró cierto judío alemán allá por los comienzos del siglo XX, todo es relativo. Para enaltecer la figura de David y elevarla a niveles morales y éticos casi súper-naturales, debe confrontársele con la antípoda inmoral y vil de un Rey corrupto y denigrante. Un Rey que falta a la palabra de Dios, que falta a sus propias leyes, que cae en los más bajos de niveles de inmoralidad masacrando a sus propios sacerdotes. De no ser así, de no existir una antítesis de David, no puede existir David.

Este tema puede ser desarrollado también en ciertos niveles más filosóficos. Schoppenhauer sostenía que cada uno de nosotros tiene un doble, un otro yo que existe en el mundo también, y que es nuestra propia imagen y es al mismo tiempo lo opuesto. A propósito, sobre este tema es muy recomendable leer el cuento “La Espera”, del argentino Jorge Luis Borges.

Estos nueve versículos con los cuales empezamos nuestra discusión, ya no es secreto, están llenos de contradicciones. El versículo nueve, específicamente, nos aclara que fueron Shaúl y el pueblo, y no solamente Shaúl, quienes optaron por dejar vivos a Agag y a sus mejores corderos:

"åéçîåì ùàåì åäòí òì àââ"

Entonces, ¿por qué solamente Shaúl es castigado, y el pueblo no? No faltan ejemplos en el Tanaj en donde el pueblo es castigado colectivamente por un pecado colectivo, y otros en donde el castigo colectivo es producto de un pecado personal. Aquí, por un pecado colectivo, el castigo es personal. ¿Y dónde está el pueblo cuando Shaúl es castigado por este pecado colectivo? El pueblo hebreo, que ruega a Dios y a Shmuel por un Rey, abandona a este Rey el día en que los intereses juegan en su contra.

Es por esto que no se puede ver en Shaúl más que una víctima, un simple personaje creado para ser un punto de comparación frente a otro personaje, mucho más importante y relevante. Sin embargo, sin esta víctima, sin este sacrificio literario, no tendría sentido nada de lo escrito en los libros de Shmuel...

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