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Friday 27 February 2009

Problema de la Hasbara

PROBLEMAS DE LA HASBARA:
EL TRIANGULO CANCILLERIA-PERIODISTA-ACTIVISTA


Por MARCELO KISILEVSKI


La Cancillería (Ministerio de Relaciones Exteriores) israelí se ve en problemas para una correcta hasbará, entendida como "esclarecimiento". A veces actúa en cooperación con los periodistas, dándoles información, abriéndoles canales, facilitándoles accesos a lugares y personas. Otras se encuentran enfrentados. En ese terreno es poco lo que la Cancillería por sí sola puede hacer: cualquier intento de contrarrestar la mala imagen es marginada de los medios por considerarlo propaganda pro-israelí. Es por eso que por diferentes vías, la Cancillería solicita el trabajo de los activistas judíos en el mundo. Estos pueden acudir a los medios de comunicación en carácter de independientes no interesados. No es lo mismo que un agregado de prensa de la Embajada israelí vaya al canal y les dé una película para que la proyecten en su horario central, que si van personas independientes en calidad de estudiantes de periodismo, por ejemplo.

Dilemas de la cancillería

1) Necesidad de decir la verdad + lentitud en la reacción.

Cuando un periodista pide comentarios a un vocero palestino sobre un incidente, por ejemplo una mujer embarazada que no se le permitió pasar la barrera de Tzahal al hospital y su bebé nació muerto, el vocero palestino, así sean las dos de la mañana, sacará "de la galera" una reacción: "Esto muestra una vez más el salvajismo de la ocupación israelí… la Intifada continuará… etc., etc.". El vocero de turno en la cancillería israelí, en cambio, tendrá que decir: "Déjeme chequear, averiguar qué pasó, y volveré a usted con la respuesta". Ese funcionario de la cancillería llamará al vocero del ejército, el cual localizará la unidad en cuestión, el jefe de la misma preguntará a sus oficiales, los cuales buscarán al soldado que estaba ese día en la barrera. Hasta que la respuesta llegue del soldado a la cancillería, habrán pasado dos a tres días. Pero el periodista necesitaba la respuesta en una hora. En los diarios uds. verán a menudo la frase: "Al cierre de esta edición la cancillería israelí no había emitido declaraciones comentando el caso".

2) Democracia israelí

Los palestinos no son democráticos. Ellos deciden quién puede hablar. En general es el mismo Arafat, Saeb Arikat y Nabil Shaat. En Israel no existe semejante limitación: el que es requerido puede hablar. Así, se multiplican las voces, que muchas veces dicen cosas encontradas, o cosas "inconvenientes" para la imagen israelí. Muchas veces se entrevista a oficiales del ejército para comentar la realidad en el terreno. Esto solo ya provoca una imagen terrible, sobre todo en Latinoamérica, donde todo lo que sea poder militar está mal visto.

3) La fuerza de la imagen

No se puede hacer o explicar (hacer hasbará) mucho contra una fotografía que muestra a un niño muriendo ante las cámaras.

4) Distorsión de los medios

Durante mucho tiempo los medios mostraron la Intifada de Al Aqsa como lo fue la primera: niños tirando piedras contra soldados y tanques israelíes que disparaban. Sólo que detrás de los niños, esta vez, había francotiradores palestinos y contra ellos era el fuego israelí. Lo mismo cabe decir del tipo de texto en las notas periodísticas.Es famosa la foto de AP del soldado israelí supuestamente pegándole a un joven palestino cuando en realidad era un joven estudiante de una ieshivá y el soldado estaba espantando a sus atacantes palestinos.

5) Respeto a la privacidad

Los palestinos no tienen problema en mostrar cadáveres con las heridas de bala. Los israelíes ven esto como inaceptable. Sólo en contadas ocasiones la Cancillería solicitó permiso de las familias para mostrar a la prensa imágenes de los cadáveres mutilados por balas o bombas, y éstas se negaron. En ocasión del atentado en la línea 5 en Tel Aviv, periodistas lograron filmar la escena del atentado mostrando cadáveres destrozados, y la opinión pública israelí reaccionó muy mal.

6) Política de defensa vs. Hasbará

Muchas veces lo que decide el ministerio de Defensa va en contra de lo que el de Relaciones Exteriores entiende como conveniente para la imagen israelí. En especial, la reacción demasiado rápida por parte de Israel a los atentados. El lanzamiento de represalias el mismo día del atentado provoca que los titulares del día siguiente ensombrezcan el atentado y destaquen la respuesta israelí, que suele tener un valor noticioso –cantidad de muertos palestinos- mayor que el de víctimas israelíes.
Otro ejemplo es la colocación de un tanque en Guiló apuntando a Beit Djala. El mismo no tiene más objetivo que contener la angustia de los vecinos de Guiló, que sientan que están protegidos, que el ejército hace algo. Pero el tanque no está ahí para disparar. Un niño palestino se colocó delante del tanque en gesto de tirar una piedra. Un fotógrafo tomó la imagen desde atrás, en la que parece que el tanque avanza sobre él y está por atropellarlo, cuando en realidad está quieto. La idea de la cancillería es que ese tanque allí hace más daño que beneficios.

Lo que intenta hacer la Cancillería

- Desarrollo renovado de los dptos. de Prensa, Hasbará, Información y Relaciones Públicas.
- Eventos de hasbará, como el Congreso Internacional de Alcaldes.
- Películas de hasbará distribuidas para los canales extranjeros.
- Una amplia página de Internet: www.mfa.gov.il
- Campaña ante políticos y militares para que tengan en cuenta el aspecto hasbaratí cuando deciden sus políticas.
- Intentar postergar acciones militares para aumentar el "tiempo de pantalla" de los atentados.
- Intentar que Defensa abra los sitios de los atentados, cuando éstos ocurren, a la prensa, que no los cierre tan rápido.
- Intentar que el Portavoz de Tzahal aumente su velocidad de reacción.
- Enviar académicos por el mundo a dar conferencias.
- Buscar la articulación de un mensaje unificado a través de un grupo reducido y permanente de portavoces.


HACIA UNA POSIBLE NUEVA LINEA DE HASBARA

Desde la Cancillería israelí surgen voces profesionales que llaman a los activistas de hasbará a una línea que, aunque igualmente comprometida con Israel y sus valores, sea de distinto corte, más honesto, más creíble. Los asesores y expertos del gobierno en medios de comunicación indican que una hasbará que se dedique a responder punto por punto todos los ataques, demostrando que Israel tiene razón en absolutamente todo, no sólo puede no reflejar lo que pensamos, sino que es inefectivo a la hora de conquistar los corazones de la gente. Lo que es monolíticamente a favor de Israel es tomado en los medios de comunicación como "propaganda israelí" o "bajada de línea", y descartado como carente de valor periodístico.
Una posible nueva línea de hasbará es la que gira alrededor de la crítica a ambos lados del conflicto y a la complejización de las lecturas del conflicto. De un maniqueísmo grueso, en el que los israelíes aparecen como los malos y los palestinos como los buenos –o, en la versión de la izquierda latinoamericana: los israelíes son los burgueses y los palestinos son los proletarios, y el conflicto palestino-israelí no es otra cosa que una continuación de la lucha de clases-, pasar a una descripción que distinga a los actores nocivos de las víctimas inocentes en el lado israelí y en el palestino. Señalar los errores de nuestro lado, empezando por el simple hecho de que podemos equivocarnos, nos hace también creíbles a la hora de señalar los errores y los crímenes palestinos.
Tomemos el caso de la operación "Muro de Defensa". El primer ministro Ariel Sharón tuvo buenos motivos para lanzarlo. Algunos fueron justificados: la ola de terrorismo que lo precedió fue la mayor de la historia del conflicto, con hasta dos atentados suicidas por día, el mayor de los cuales tocó la fibra más íntima de todo el pueblo judío, cuando un terrorista estalló en el medio de un Seder de Pesaj en el hotel Park de Nataniah. En pocas palabras, no se podía no hacer nada.
Pero Sharón tuvo también consideraciones políticas de corte personal, pues varias amenazas se cernían sobre él y su continuidad en el liderazgo. Su popularidad había bajado en las encuestas, desde un 78% con que empezó su mandato, a un 45%. La gente pedía una reacción. En su coalición, los partidos a la derecha del Likud se retiraron cuando Sharón renunció, en el marco del plan Mitchell, a los siete días sin atentados palestinos como condición para comenzar a implementarlo. En el plano intrapartidario, el ex primer ministro Biniamín Netaniahu amenazaba con ganarle las elecciones internas con sus llamados a una actitud agresiva hacia la Autoridad Palestina. Sharón tenía que hacer lo que Netaniahu propugnaba –y aun más- si quería sobrevivir políticamente. Sharón podía adoptar otra estrategia, como la de atacar solamente a las organizaciones terroristas –Tanzim, Hamás, Jihad-, y seguir intentando negociar con la Autoridad Palestina sin humillar a su líder, y ganando espacio en la batalla de la imagen. Pero hubiera tenido que pagar un alto precio político personal.
Señalar este aspecto –que puede estar sujeto a discución, pero que vale a los efectos de ilustrar el principio de ser autocríticos- no es ilegítimo. Menos aún si lo acompaño con la lectura igualmente incisiva del tipo de liderazgo que encarna Yasser Arafat. En lugar de ser un Anwar Sadat, el líder egipcio pragmático, el palestino eligió apostar a la imagen de Saladino, el mítico conquistador que barrió con los cruzados en el siglo 12 y reconquistó Jerusalem para la nación árabe. Su aspiración a la justicia total abstracta y con tinte religioso islámico es la que le impide llegar a cualquier acuerdo con Israel, pues cualquier cosa que firme implicará una conceción de su parte y, por ende, una traición. Su apuesta, hoy en día, no es a llegar a la concresión de un estado palestino con Jerusalem como su capital, sino al perfil que ocupará su estampa en la historiografía palestina, empezando por los libros de historia escolares. De ese modo trágico, desde siempre, ha estado llevando al sufrido pueblo palestino a la traición.
Esto no es solamente lo que cree el que firma estas líneas. Lo opino como contenido y lo impulso como línea de hasbará, a saber, la distinción entre un liderazgo autoritario, corrupto y contraproducente para los propios intereses, y el pueblo palestino, al que se le merece reconocimiento de su derecho a la autodeterminación, pero que una y otra vez ha sido manipulado por un liderazgo insensible a los intereses de la calle. Un liderazgo que durante los años de Oslo, en lugar de construir "el estado en camino", se dedicó a alimentar a una burocracia ociosa y adicta y a abultar cuentas bancarias personales en el exterior.
Mientras en la prensa se pudo disfrazar de "Che Guevara" del siglo 21, se debe intentar explicar a la opinión pública que el estado palestino bajo el régimen de Arafat, si se creara, sería de tipo jerárquico, casi de castas, más al estilo de república bananera que bajo el modelo de justicia social.

EL CASO JENIN

Si se toma el ejemplo de Jenín, allí la batalla de la imagen es encarnizada. De nada vale intentar desmentir la destrucción total. Se deben señalar errores, o admitir su posibilidad. Existen testimonios, tanto palestinos como de soldados israelíes, según los cuales, antes de destruir una casa "emboscada", es decir, con bombas camufladas, el ejército avisaba con megáfono a sus habitantes para que estos la abandonaran. Pero existieron casos, si bien pocos, en los que no se avisó. Los cadáveres quedaron bajo los escombros.
Todavía no se sabe –y probablemente no se sepa nunca a ciencia cierta- cuántos muertos palestinos hubo en Jenín. Los palestinos denuncian 500; los israelíes aseguran 46. El problema estuvo en que luego de la retirada, el ejército mantuvo la ciudad cerrada a la prensa, tanto local como extranjera, durante tres días. Se habían corrido rumores de que los palestinos habían mantenido los cadáveres en las casas, sin enterrarlos, para que cuando el ejército se retirara, los sacaran a las calles para fraguar imágenes de una matanza estilo Sabra y Shatila. En esos tres días, el ejército sacó los cadáveres y los entregó al hospital de Jenín para que luego fueran enterrados normal y dignamente. A los cadáveres de los palestinos armados, Tzahal los enterró en un cementerio especial para terroristas ubicado en el Valle del Jordán.
Pero esos tres días de censura sirvieron para que el corresponsal de la CNN –en inglés- comenzara su nota, al entrar en Jenín, vacía de cadáveres y llena de escombros, de esta manera siniestra: "El ejército israelí nos ha traído aquí para que viéramos lo que ellos denominan 'el mito de la masacre de Jenín'". No solamente está poniendo en tela de juicio la versión del ejército ("lo que ellos denominan"), sino que está determinando el hecho de la masacre como indiscutible cuando en realidad no le consta, algo que un periodista serio tiene prohibido hacer.
Los errores y las críticas, así, deben ser repartidos de modo honesto y sin concesiones a ninguna de las partes. Porque es justo, pero también porque es más creíble. En este episodio, los expertos de medios en los ámbitos gubernamentales pusieron el grito en el cielo. El ejército no sólo debió haber dejado que entraran los periodistas inmediatamente con el retiro de las tropas. Debió llevarlos con ellas a la mismísima operación. El valor de proteger las vidas de los profesionales de medios se miniaturiza frente al tamaño gigantesco de las quimeras a que da lugar.
Sólo así la prensa internacional hubiera entendido lo que se intentó hacer allí. Cuando un ejército se enfrenta con un enemigo en una zona poblada, lo que normalmente hace es enviar su fuerza aérea a "barrer" con todo, pues no puede saber en qué punto hay enemigos armados, en cuáles hay bombas ocultas y en dónde están los civiles inocentes. Sólo después entra la infantería y demás fuerzas terrestres, para ocupar un terreno que prácticamente no se puede defender. La victoria como prioridad se impone a la de las vidas inocentes, sobre todo si éstas son del bando enemigo. Es lo que hizo Estados Unidos en Irak y en Afganistán. Sólo que en esos casos la prensa no pudo cubrir la masacre, que allí sí fue verdadera.
El ejército israelí, en cambio, -y repito, puedo decirlo con credibilidad, más allá de toda "bajada de línea", porque ya he dicho lo que pienso del operativo en su conjunto- ha querido precisamente evitar en todo lo posible la muerte de civiles inocentes y ha renunciado a poner en acción a su fuerza aérea. En cambio, envió a sus infanterías y blindados de tierra directamente, exponiéndolos a los ataques de guerrilla urbana. Cada compañía que llegó a la ciudad, perdió por lo menos a dos de sus soldados en primera línea, varias veces su comandante, por disparos desde las casas de los civiles en "resistencia". Sólo así los soldados israelíes entendían a qué se estaban enfrentando. Así, pasando casa por casa, la mayoría de ellas entrampadas con cargas explosivas, los soldados fueron destruyendo parte de ellas, pasando de pared a pared, avisando previamente a los habitantes.
En los casos en que no hubo aviso, ello deberá ser investigado, y las violaciones a los derechos humanos deberán ser investigadas y castigadas. También deberán ser revisadas las denuncias de saqueos por parte de soldados. Desde un punto de vista moral esto es lo justo, y es la exigencia que como judío tengo que imponerme. Desde un punto de vista de hasbará, al mismo tiempo que señalo la desproporción con que se critican las violaciones a los derechos humanos cometidas por Israel con respecto a todas las violaciones de tales derechos en el resto de las guerras, nuestra autocrítica siempre ha sido motivo de respeto.
Los medios hablaron de "resistencia casa por casa", enrolándose a favor de una de las partes, cosa también prohibida para un periodismo serio, cuando lo que hubo fue un combate encarnizado, aunque desigual. El término "combate" es justo aunque la imagen engañe y haga creer en la "resistencia": ningún medio señaló el derecho de Israel a defenderse de los suicidas que mataban a civiles inocentes que no podían "resistir", y que fueron enviados desde Jenín.

HACIA UNA HASBARA MAS FOTOGENICA

Sólo que toda esa explicación acerca de la fuerza aérea y la infantería es demasiado larga para una nota televisiva de un minuto y medio como máximo. Este es el nudo gordiano del fracaso de la hasbará israelí frente a la propaganda palestina. En términos esquemáticos se puede decir que la hasbará (que viene de lehasbir, explicar) apunta a la razón, en tanto que la propaganda apunta al corazón. Pero la Cancillería israelí siempre se ha opuesto a las técnicas propagandísticas por diferenciar los dos términos de un modo diferente: la hasbará es decir la verdad; hacer propaganda es mentir, manipular.
Así, frente a las imágenes de palestinos pobremente armados cuando no niños con piedras, enfrentándose con tanques israelíes, nuestra respuesta fue colocar un vocero, muchas veces, lamentablemente, un militar, a "explicar". No digo que esto sea evitable, sobre todo cuando el productor es el periodista de la cadena de televisión, que siempre va a encontrar algún militar con ego suficientemente grande como para resistir la tentación de "explicar" qué fuerte es y cuánta razón tiene. No es evitable, en tanto tengamos un ejército que sólo reconoce criterios operativos, y jamás los de imagen, el cómo se verá la operación por televisión. Como dijo algún periodista pro-israelí (que los hay): "Israel debe aprender a peinarse antes de salir en la foto". Se trata, en suma, por ahora, de una batalla perdida.
Por mi parte, propongo que hemos renunciado a los recursos "publicitarios" con demasiada premura. No alcanzan todas las explicaciones, todos los análisis de la prensa hostil, todas las denuncias a través de Prensa Veraz y Malas Noticias, iniciativas nobles de por sí, porque todas ellas apuntan a la razón y no al corazón.
Una contraofensiva debería reconquistar los medios visuales, fotogénicos, que a los medios les dé ganas cubrir. Un acto proisraelí en el salón de la Federación Sionista tampoco tendrá repercusión. Se debe salir a la calle, como lo hicieron ya muchas comunidades en varios países, pero con más color, con soltadas de globos y de palomas, con banderas palestinas e israelíes (sí, incluso esa audacia) marchando y bregando juntas por la paz, con jóvenes disfrazados de palomas, provocando risas y simpatía. O sacudiendo las conciencias, disfrazándose de víctimas del terrorismo tiradas en las aceras con jugo de tomate en todo el cuerpo. Véanse las marchas contra la globalización. Salvo los choques con la policía, toda creatividad debe ser válida.
¿Qué pasaría si, en lugar de una larga explicación acerca del tipo de líder que es Arafat, saliéramos a empapelar las calles y las universidades latinoamericanas con un póster como este? Los dejo con él y quedo a la espera del debate. Hasta la próxima.












¡NO SE EQUIVOQUEN!




ARAFAT NO ES EL CHE GUEVARA

· Es un líder nacionalista, no socialista.
· Es un líder autoritario y corrupto, lejos del sentir de su pueblo.
· Si se crea el estado palestino, y Arafat es su presidente, será un estado opresor y jerárquico, lejos de la justicia social.
· Podía haber creado ya el estado palestino con Jerusalem su capital.
· Pero entonces hubiera tenido que resolver los verdaderos problemas de la gente.
· Arafat no ha construido el estado palestino a pesar de haber gobernado durante los años de Oslo al 90% de los palestinos.
· En cambio, se ha dedicado a embolsar dinero en cuentas suizas y a enriquecer a sus amigos.
· Ha traicionado al pueblo palestino y lo ha manipulado, llevándolo al desastre actual.

SÍ A LA PAZ ENTRE ISRAELIES Y PALESTINOS

NO A LOS LIDERAZGOS REACCIONARIOS

POR LA PAZ Y LA COMUNION ENTRE LOS PUEBLOS

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