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Friday 27 February 2009

Israel ante los ojos del Mundo

ISRAEL ANTE LOS OJOS DEL MUNDO: LOS MODOS DE VER LOS MODOS EN QUE NOS VEN

Por MARCELO KISILEVSKI

I) SOBREDIMENSIONAMIENTO DE ISRAEL EN LA PRENSA INTERNACIONAL

Sea como fuere que Israel sea tratado en cada momento, lo cierto es que Israel es tratado mucho: aun cuando ocurren hechos que constituyen, desde un punto de vista periodístico puro, más noticia que lo que ocurre en Israel –por ejemplo, si en algún país de Africa mueren 5.000 personas en una matanza entre tribus, mientras que en la Intifada mueren 4 palestinos en un tiroteo con Tzahal- la noticia sobre Israel ocupará más espacio, sin importar, en principio, si es a favor o en contra.

Las causas a mencionar para este fenómeno pueden ser variadas:

-Religión: Israel está situado en la Tierra Santa, el lugar es sagrado para las tres religiones monoteístas, y de modo natural atraerá más atención que un lugar de Africa sin significado histórico y mítico para tantas culturas occidentales y orientales.

-Intereses geopolíticos: Israel es un país clave en las relaciones geopolíticas entre Estados Unidos y el Medio Oriente, relación originada en la Guerra Fría y que continúa hasta el momento. Además, cada candidato estadounidense necesita el voto judío para acceder al poder y por eso estará inclinado a una política pro-israelí. Pero la identificación norteamericana con Israel no se acaba en la política: desde el principio del Estado hubo un sentimiento de identidad entre la epopeya norteamericana y la judeo-israelí. Los medios norteamericanos cubren muchas veces el tema israelí como si se tratara de un barrio de Nueva York.

-Israel es una democracia y, como tal, permite y a veces estimula la cobertura abierta de los hechos que suceden aquí. Cuando los hechos no le son tan favorables, lo democrático se sigue imponiendo por sobre la necesidad de buena imagen. Se dice que el corresponsal extranjero puede entrevistar al primer ministro israelí con mayor facilidad que a cualquier ministro de bajo rango de su propio país.

-La venta de un drama conocido: la historia israelo-palestina es seguida por millones de espectadores como una serie o telenovela en capítulos, se identifican con sus personajes, distinguen entre los "buenos" y los "malos", se compadecen de los primeros y abuchea a los segundos mientras disfruta de las palomitas de maíz sentados en el living de su casa. Una historia como la de la muerte de un millón de ruandeses por inanición, o la matanza de tutsis y utus, a pesar de tener técnicamente hablando mayor valor periodístico (en periodismo lo más importante debe aparecer en primer lugar y más destacado) que 2 palestinos muertos por balas de Tzahal, son historias desconocidas, alienadas del público y que, por lo tanto, producen indiferencia: venden menos. Fuera de Milosevic, nadie conoce a los líderes de las facciones que lucharon en Yugoslavia. En cambio, todo el mundo sabe quién es Arafat, Sharón, Peres; quién fue Rabin, Netaniahu, Shamir, etc.

-Comodidad para el periodista: el periodista extranjero cubre la manifestación más sangrienta en Ramallah o en Hebrón, viaja media hora y lo envía por e-mail desde un hotel de 5 estrellas en Jerusalem o en Tel Aviv con vista de mar, pudiendo siempre encontrar israelíes amigables dispuestos a hablar. Cualquier otra guerra es más peligrosa. La matanza en Africa les pueden acarrear enfermedades y no cuentan allí con las facilidades tecnológicas y burocráticas con que cuentan aquí. Por otro lado, a algunos ministros y altos líderes israelíes se los puede molestar e incluso despertar a altas horas de la noche. Hay quienes atribuyen esto a un complejo de inferioridad israelí: Israel está deseoso que lo amen, más que otros países.


II) LOS DOS MODOS DE VER: DAVID BAR ILAN VS. JUDITH ELITZUR.

a) David Bar Ilán: se trata del ex editor del Jerusalem Post, que todos los viernes publicaba –hasta que pasó a ser asesor de comunicación de Biniamín Netaniahu- una columna llamada "Un ojo en los medios". En ella, analizaba con lujo de detalles noticias o artículos que estaban redactados de un modo no favorable a Israel. De hecho no es él el inventor de esta tradición, sólo utilizamos su ejemplo a modo didáctico. El primer grupo que se dedicó a monitorear la prensa antiisraelí y responderle en caso necesario fue Camera, un grupo norteamericano que se organizó en ocasión de la Guerra del Líbano. La concepción de Bar Ilán no es una teorización sino más bien una actitud, la de reaccionar cada vez que tratan mal a Israel. Esta visión sostiene que los medios –el mundo- toma a Israel como "el judío entre las naciones". Hoy no es "politically correct" ser antisemita, pero nadie impide ser antisionista, entonces la zaña va contra Israel. En todo caso, no podemos quedarnos de brazos cruzados ante las tergiversaciones y las exageraciones contra Israel, ya que así fue como comenzó la ola de antisemitismo en la era nazi.
Esta concepción ve una tendencia general de los medios a tergiversar la realidad, siempre en contra de Israel, con motivos ligados al antisemitismo. Según esta visión, existe una teología del rol del judío en el mundo. Jesús lo maldijo y lo condenó a ser el judío errante, el maldito, el condenado. Siempre y cuando los judíos estén en una posición de humillación, se ajustarán a la teología. Cuando no, cuando los judíos estén en una posición de igual a igual, o "cometan el pecado de ganar una guerra de legítima defensa", esto provocará la incomodidad de un Occidente acostumbrado a ver victimizados –a victimizar- a los judíos.

b) Judith Elitzur: teórica de la comunicación, Universidad de Tel Aviv. Ella plantea una teoría según la cual Israel y el mundo occidental construyeron juntos, en una relación dinámica, la imagen de Israel en los medios, una imagen que no siempre y no necesariamente fue o es negativa. Según ella, Israel participó activamente en la construcción de su propia imagen al estimular a los medios de comunicación a cubrir "el milagro de la creación del Estado de Israel" y a adoptar una actitud afectiva hacia el tema desde el vamos.
Ella plantea una historia de esta dinámica como una obra de teatro en dos actos, basada en lo que Israel quiere del mundo por un lado, y de los judíos de la Diáspora, del otro:

1° Acto: 1948-1967:

A los judíos: les pide ser visto como un país normal: después de 2000 años volvemos a nuestra tierra, éramos una nación sin tierra y ahora la hemos recuperado. Pedido concreto: aliá y apoyo político (lobby judío en EE.UU.) y económico.

Al mundo: le pide ver a Israel como un país especial: vean el milagro de la resurrección después del Holocausto, el milagro de la democracia, el kibutz, el desarrollo tecnológico, la ayuda al Tercer Mundo. Se hacen apelaciones concretas, cuando no manipulación, del tema del Holocausto, trabajando sobre la conciencia y los sentimientos de culpa de Occidente. Pedido concreto: dinero y apoyo. O sea: AFECTIVIDAD.

2° Acto: 1967-1991: los términos se invierten.

A los judíos: les pide ser visto como un país especial: es cierto que las imágenes de la TV muestran cosas molestas, como la Guerra del Líbano o la (primera) Intifada, y que en los medios cuando se muestra a Israel sólo aparecen soldados. Pero seguimos siendo "Eretz Israel Haiafá", la bella Tierra de Israel, con su democracia, su kibutz y su tecnología médica y agrícola. Pedido concreto: que no se olviden de nosotros, que sigan haciendo aliá y enviando dinero.

Al mundo: Israel quiere ser visto esta vez como un país normal. Normal es en esta etapa un país que, en su enfrentamiento con enemigos físicos peligrosos, puede cometer errores o excesos. "Normal" es Irak, que gasea a 5.000 kurdos en pocos días, o la URSS en Afganistán, Serbia en Bosnia, incluso EE.UU. en Vietnam, Irak, Granada, Nicaragua y más recientemente también en Afganistán. ¿Por qué nos tratan peor a nosotros –más espacio en la prensa y más zaña- relativamente, que a todos esos países? Pedido concreto: abandonar la doble vara, que a Israel se lo trate con la misma escala de valores que a los demás países. O sea: se le pide al mundo OBJETIVIDAD.

Israel como telenovela

Al fin y al cabo, dice Elitzur, Israel ayudó a construir una imagen de sí mismo en los medios basada en lo afectivo. Cuando la realidad no fue tan favorable, cuando en la televisión los bombardeos israelíes en el Líbano no eran tan fotogénicos como los israelíes llenando bolsas de arena en Jerusalem en vísperas de la Guerra de los Seis Días, la afectividad continuó, pero cambió de signo. Y no hay modo de convertir la afectividad en objetividad.

Véase el caso norteamericano: cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, Dwight Eisenhower, quien fuera comandante de las tropas aliadas en Europa y luego presidente de los Estados Unidos, ordenó que en todos los cines de Norteamérica se proyectara, antes de la película, el noticiario con imágenes de los campos de exterminio liberados por los aliados. El pueblo norteamericano en masa vio la imagen del horror. En el cine lloraban, miraban shockeados en silencio, o se paraban y gritaban e insultaban a los nazis. Esta escena primigenia puede ser tomada como el principio del romance norteamericano-israelí.

A partir de ese momento, los norteamericanos se hicieron adictos a la historia judeo-israelí, a la que ven como una telenovela en capítulos… y una telenovela se ve con el corazón, no con la razón. En una telenovela hay buenos y malos. A veces unos se cruzan al bando de otros, aquí por un capítulo, allí por cambio de contrato con el actor. Israel fue el bueno, el cowboy frente a los "indios" árabes, el John Wayne con el que los norteamericanos se podían identificar, hasta la Guerra de los Seis Días. A partir de allí, David se convirtió en Goliat, con la aparición del nuevo actor, los palestinos.

Pero no siempre el malo es malo. Israel fue bueno aquí y allá durante el segundo acto de Elitzur. Por ejemplo, cuando la Operación Entebbe en 1976. Los norteamericanos vieron en esta operación la cristalización en la realidad de la serie SWAT.

O en 1984, plena Guerra del Líbano, cuando éramos los malos –muy malos- de la película (ya había ocurrido Sabra y Shatila), Israel citó a los medios extranjeros. Les contaron a los periodistas que se estaba llevando a cabo una operación humanitaria secreta: la Operación Moisés. Podrían filmar, hacer reportajes, pero no publicar, hasta que se les diera autorización, pues lo contrario podría poner en peligro el rescate de los judíos etíopes. Todos los medios accedieron al pedido. La primera noticia fue publicada justamente por un medio israelí, no por uno extranjero.

CONCLUSION: LO BUENO Y LO MALO DE CADA CONCEPCION

La actitud de "en guardia" de la concepción de mundo planteada por David Bar Ilán puede ser problemática, en tanto eterniza el mito de que "todos nos odian" o cuanto menos, que "todo el mundo está en nuestra contra". Aun en tiempos como los de la Intifada de Al Aqsa, cuando se tiene la impresión de que esto es cierto, el estado de alerta debe ser eso, un estado de alerta, y no una actitud persecutoria. Si se monitorea toda la prensa y se destaca la prensa de calidad, que no es antiisraelí, se verá que no todos están en nuestra contra todo el tiempo. Es como la sensación que tenemos en los embotellamientos, aquellos que manejamos, de estar siempre en el carril más lento. Esto es así porque, puesto que "no duele", nuestra conciencia no registra los momentos en que ello es al revés.
Este es un aspecto para tener cuidado. Son muchos los casos en la historia judía en los que los ejes por donde ha pasado y pasa la identidad judía, en particular en la diáspora, ha pasado por elementos negativos. Son muchos los judíos que conciben la historia de nuestro pueblo como una continuidad de episodios de persecución antijudía con intervalos de paz, en lugar de como una de creación, florecimiento, aporte cultural, desarrollo, crecimiento, punteada de persecuciones. Para bien o para mal, -aunque suene controvertido hay que decirlo, y si genera debate mejor- es probable que los sucesos que tienen lugar al escribirse estas líneas –Intifada de Al Aqsa, ola terrorista palestina seguida del operativo israelí "Muro de Defensa"; ola de antisemitismo en Europa y de manifestaciones antiisraelíes en todo el mundo- generen un fortalecimiento de la identidad y la cohesión judías en el mundo. Es lo que se da en llamar la "identidad judía por la catástrofe".
Podemos coincidir con David Bar Ilán, en cambio, en que una actitud alerta, guardando las proporciones y tratando de reducir las pasiones y calmar las angustias, debe ser una constante. Quien haya acuñado la frase de que "el hecho de que alguien sea paranoico no significa que jamás lo persigan", pero tiene razón. Es decir, aunque pensáramos, como Elitzur, que la relación entre Israel y los medios de comunicación sea una de tipo dinámica y compleja, no desmiente el hecho de que exista mala intención, muchas veces de neto corte antisemita, en los medios de comunicación.
A la inversa, podemos aceptar el planteo complejizante de Judith Elitzur: no todos nos odian, la imagen de Israel en los medios ha sido construida de a dos e Israel ha participado del proceso; se trata de una telenovela en capítulos que se ve con los afectos y no con la razón. Ello sirve para calmar las angustias y, sobre todo, para elevar el nivel de análisis mucho más allá del "qué terrible, qué mal que nos tratan los medios".
Pero ello no debe ser una excusa para bajar los brazos. Es cierto que Israel pidió y disfrutó en un principio una actitud afectiva por parte de los medios, y que es tarde para volverla objetiva. Pero una visión excesivamente analítica, académica, nos puede llevar a una actitud complaciente, pasiva.
Lo ideal, pues, es hallar el punto medio. Muchas veces nos escandalizamos porque los medios reflejan algo que es verdad, o que no hay otro modo de mostrarlo. El caso de los disparos palestinos desde Beit Jalah al barrio de Guiló son una muestra. Allí, todo lo que tiene el lado israelí para mostrar es una imagen de un dedo señalando un diminuto agujero de bala en el marco de la ventana. En Beit Jalah, en cambio, los camarógrafos "festejaron" ante un enorme agujero de dos metros de diámetro, en una casa palestina, provocado por un obús de tanque, por el que se asomaba la inocente carita de un chico de ocho años. Si del lado israelí, para colmo, se juntaron manifestantes de ultraderecha enardecidos a gritar "¡Muerte a los árabes!", la imagen resultante en los medios no podía ser peor. Como lo dijera Shimón Peres: "Los medios no son antiisraelíes; la realidad lo es".
Y para hallar el punto medio, lo importante es estudiar la materia, para salir del fácil "qué barbaridad". Aquellos que cubren el conflicto, conocen posiblemente una versión contrahecha del conflicto, pero la conocen bien, mejor de lo que nosotros conocemos la nuestra. Para evitar exageraciones, y para no rendirnos a la pasividad.

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