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Saturday 14 March 2009

Los jóvenes aprenden a luchar por su propio ideal

Bernard Réglat, participante del ‘Mayo Francés’:
“Los jóvenes aprenden a luchar por su propio ideal”
Autor: Pablo Pejlatowicz
Arturo Jauretche se regodeaba, poco antes de morir, de ser uno de los pocos que ‘subieron por el lado derecho del caballo de la política y bajaron por la izquierda’. Bernard Réglat, a los 28 años, era un desocupado más, en la turbulenta Francia de 1968, cuando subió a la política de la mano del anarquismo durante el ‘Mayo Francés’ para mantener, casi cuatro décadas más tarde, los mismos principios políticos. Ahora reside en un bosque en las afueras de Toulouse, con sus viejos amigos libertarios, con quienes comparte la ‘Imprenta 34’, donde produce revistas y afiches para sostener la libertad de expresión, sus ideales anarquistas y llevar, aún, la imaginación al poder. Una historia, casi, de película.
Los primeros meses de 1968 llegaron acompañados del descontento social por salarios bajos y por un creciente malestar en las agrupaciones estudiantiles debido a la brutal represión policial de las marchas contra el gobierno del entonces presidente Charles De Gaulle y su primer ministro George Pompidou. Antes de las manifestaciones estudiantiles y las huelgas generales que paralizaron a todo el país en mayo, y captaron la atención mundial, en las ciudades centrales como París y Toulouse se organizaron grupos de protesta. Cuando el movimiento ’25 de Abril’ desataba las primeras protestas en Toulouse, en el sudoeste de Francia, Réglat estaba alejado de toda participación política desde que en 1963 se desafilió del Partido Comunista Francés (PCF). “Era desocupado y no sabía nada de eso, tenía una casa, chicos, una esposa. Miraba las barricadas de los estudiantes por televisión, como todos, y me pregunté: - ¿qué pasa en Toulouse? Así que agarré el auto y me fui a una barricada”, dice Réglat. Este hombre de baja estatura, ahora con barba y cabello canosos, recuerda con alegría la decisión intempestiva que cambió su vida. El 28 de abril de 1968, se sumó a la lucha de un grupo de estudiantes universitarios que tenían hasta 10 años menos que él. “Corrimos con piedras y con cócteles molotov, fue la primera vez en mi vida que pude apedrear a un policía”, cuenta Réglat. “Para ser la primera vez que pude golpear a un policía, para mí está bien”, agrega entre risas. A la medianoche, las fuerzas de seguridad removieron las barricadas con una topadora. “Nos llevaron a la prefectura policial y nos dieron una paliza. Con la experiencia de ese día me hice amigos nuevos, de la universidad”, cuenta –con un español provisto de fuerte acento francés- el momento que lo determinó a formar un movimiento de desocupados de Toulouse. Primeros pasos El modelo de Estado de bienestar francés planeaba un subsidio mensual para todos los que no tuviesen trabajo. Para protección durante la huelga general, la oficina de seguridad social cerró sus puertas. “No había plata para los desocupados, ni para jubilados ni para nadie. Teníamos que encontrar plata para poder comer, así que fuimos al sindicato, donde nos dijeron que ‘hay una huelga y no hay que cortarla’”, comenta Réglat. En una época de euforia en la que ser realista era pedir lo imposible, el movimiento decidió ocupar, entonces, la casa de gobierno de la ciudad. “Fuimos a la alcaldía, pusimos una bandera negra y roja -anarquista- en el balcón, lo presionamos al alcalde y le dijimos que pague el subsidio a desocupados y jubilados. No sabía qué hacer hasta que nos dio una autorización para cobrar en el banco donde ponen una pila de dinero sobre la mesa y, con acuerdo del sindicato y el alcalde, pudimos conseguir que todos tuvieran para comer”, relata orgulloso este imprentero aún militante. “Como ganamos esa pequeña lucha, nos juntamos con otros grupos más grandes para hacer barricadas, marchas, volantes, panfletos y afiches. Había una manifestación fascista que le quería dar el poder a los militares, ‘ponerles la corona’, y fuimos a oponernos. Llegaron miembros del SAC (Servicio de Acción Cívica), un grupo estatal de represión anterior a la presidencia de De Gaulle que tenía muchos elementos fascistas. Les tiramos piedras y bombas molotov hasta que avanzaron contra nosotros y nos replegamos hacia la universidad (en Toulouse) para ocuparla”. Represión policial “Una semana después de la ocupación de la universidad, presté mi automóvil a gente del movimiento anarquista ‘22 de marzo’, de París, (liderado por el ahora eurodiputado Daniel Cohn-Bendit), para distribuir volantes por un pueblo. Mientras las fuerzas de seguridad nos perseguían, con mi vehículo golpeamos sin querer a un policía. Logro escapar a pie, vuelvo a la universidad y me informan que los compañeros están en la cárcel, y el coche está retenido. Llamé al jefe de la guardia civil para liberar a mis amigos y recuperar mi auto, pero se puso a gritar contra la revolución y se desvirtuó la conversación”. “Vuelvo a mi casa y encuentro a toda mi familia llorando y rodeada de policías que me empiezan a perseguir hasta la estación de trenes donde logro subir a uno que se dirigía a París. Allí, luego, me encerraron por 15 días en una fortaleza donde alojaban a los estudiantes detenidos de la universidad de La Sorbona. Y yo no era anarquista ni nada”, aclara Réglat quien agrega que durante su detención no le “respetaron los derechos, no dejaron que llame a un abogado y no me permitieron votar en junio” (en las elecciones legislativas que reafirmaron a De Gaulle en el poder). Vuelta al status quo “Poco antes de las elecciones hubo una gran manifestación de derecha por los Campos Eliseos con los gaullistas desde la primera época. En un momento, hubo una semana de crisis, y cuando vuelve el Premier Pompidou de una reunión en Alemania, dice que hay que cortar las huelgas y recuperar a los estudiantes. Los sindicatos no quieren apoyar a los movimientos estudiantiles, se separan y transan con el gobierno. Los campesinos, la base obrera y el estudiantado se había unido y, para romper la huelga, Pompidou acordó aumentar más del cien por ciento el sueldo general obrero”. Antes y ahora En enero de 2006, el Primer Ministro Dominique de Villepin propuso la Ley de Contrato del Primer Empleo (CPE) que implicaba mayor inestabilidad laboral para los trabajadores menores de 26 años. En febrero, medio millón de universitarios protestaron contra esta ley y -para el 28 de marzo- entre 1 y 3 millones de obreros y estudiantes manifestaron en toda Francia contra el proyecto central del premier de derecha. Las comparaciones con la revolución cultural de mayo de 1968 no tardaron en aparecer. “La protesta contra el CPE es muy importante porque es un Mayo Francés al revés: ahora, los chicos que salen del sistema educativo y entran al mundo del trabajo le tiran la manga a los sindicatos y les piden que los acompañen en la lucha. En la universidad, los jóvenes piensan que los docentes no les pueden enseñar nada para evitar quedar en la calle” y engrosar el 23% de desocupados menores de 26 años, sobre la media de 9% de la población en general. “Ahora que hay fábricas enteras que se van a China o a India, hay familias con padres desocupados, y los chicos se forman con la cultura de padres sin empleo como ha sucedido en Argentina. Esta es la primera vez que los jóvenes se enfrentan a la patronal, los obreros no tienen qué comer ni disfrutar, nada. Francia ya es como el resto del mundo”, lamenta y afirma Réglat. Efectos duraderos “Desde que me tildaron de anarquista, me quitaron a mi familia, me sacaron todo. Mi vida dio un giro completo, separado de mi esposa e hijos. Puse, con otra gente, una imprenta para tener un medio de vida, y de crítica. La idea era vivir junto a otros compañeros para luchar, con el máximo de libertad, contra el fascismo. Con mi grupo de amigos formamos una cooperativa y compramos maquinaria (en 1974) que utilizamos para publicar nuestras ideas libertarias y difundir mensajes de otros que no podrían ser transmitidos de otro modo”. Por la publicación de afiches y pancartas antifascistas y pro palestinas, la ‘Imprenta 34’ sufrió varios atentados (ver ‘Un proyecto diferente’) “Es una manera de apoyo continuo a la crítica social. Es un sueño hecho realidad”, dice alegre el activista francés. Un grupo de 50 personas trabaja en el emprendimiento cooperativo, aunque solo vivan en el complejo aquellos que participaron del Mayo Francés. Réglat explica que “los jóvenes trabajan 3 años en la imprenta antes que puedan pedir en la asamblea un empleo permanente. Vienen a aprender la lucha por su propio ideal”. “El Mayo francés fue un momento donde había una libertad determinada, que permite tomar conciencia que un hombre no puede ser reducido a una función social, debe estar completo, y puede ejercer, siempre, la crítica social. “Hay gente que dice que con el voto se puede tener un poco de poder, pero para nosotros la lección de mayo de 1968 es que no queremos el poder y no queremos que la gente tome el poder por nosotros”, concluye.

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