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Thursday, 19 February 2009

El Sionismo como normalización de la vida nacional, Hertzl y Ajad Haam

El Sionismo como normalización de la vida nacional, Hertzl y Ajad Haam
By: Yossi Goldstein
Mucho se ha escrito sobre la Historia del Sionismo, como movimiento político y como ideología moderna que bebió de fuentes bíblicas, históricas y culturales milenarias. Hace tan solo pocos meses se ha conmemorado el centenario del primer Congreso Sionista y en el transcurso del año 1998 presenciaremos los festejos del Cincuentenario de la creación del Estado de Israel. Estos eventos demandan una análisis reflexivo y merecen un estudio sistemático. En el presente curso estudiaremos las corrientes ideológicas del Sionismo bajo una perspectiva histórica y un énfasis en los dilemas que despertó esta vertiente del pensamiento contemporáneo, cuyos ecos llegan hasta nuestros días.
p> El mejor método para demostrar el dilema de la normalización de la vida nacional en el pensamiento sionista es retornar a las fuentes del Sionismo clásico y establecer las pautas que guiaron a los primeros pensadores. Debido a la centralidad de Hertzl y de Ajad Haam en el primer período de cristalización de esta ideología, nos centraremos en esta clase en ellos dos, con algunas referencias a otros pensadores. Nuestro punto de partida es averiguar cómo encararon Hertzl y Ajad Haam el dilema de la normalización entendido como solución nacional de la cuestión judía y la inserción del pueblo judío en la vida moderna.
A. El pensamiento Hertzeliano:
Hertzl es conocido por su visión moderna de la cuestión judía y la solución nacional que propuso en su libro "El Estado de los Judíos". En la tercera clase presentamos en forma sintética los postulados básicos del pensamiento Hertzeliano y su visión de la vida estatal. Es de suponer pues que Hertzl tendría que simbolizar más que otros pensadores la idea de normalización, al fin y al cabo su arribo al Sionismo fue en gran medida producto de vivencias antisemitas en la Universidad de Viena y en París durante el affaire Dreyfuss. El Sionismo de Hertzl constituía por sobre todo una propuesta de solución a las persecuciones físicas y al odio antisemita. No obstante, ya hemos establecido que ello no alcanza para comprender la dimensión utópica o idealista de Hertzl. Su visión del Estado de los Judíos va más allá de una búsqueda de normalidad, asume la necesidad de aplicar el motor del progreso y la idea de reformas sociales. Hertzl creía profundamente en la tecnología y aseveraba que ineludiblemente nos conducirá a una mejora general en la calidad de vida de amplios sectores de la sociedad europea. En la introducción del "Estado de los Judíos" nos acentúa irónicamente que la electricidad no fue inventada para que unos pocos "snobs" iluminen sus salones lujosos, "sino para que bajo su luz solucionemos los problemas de la humanidad". Solo a partir de tal axioma se establece que la miseria de los judíos es un anacronismo.
El optimismo de Hertzl se inspiraba en la literatura utópica de la época, como la novela "Freiland" (1890) de Teodoro Hertzka, a la cual consideró una "alucinación sofisticada" debido a la ansiedad por demostrar que su programa es real y factible, todo lo contrario a una fantasía o a una utopía. Con la voluntad popular y la conciencia del mundo de que la creación del estado de los judíos es una necesidad mundial, se podrá implementar el programa. Pero a pesar de la obsesión de Hertzl de evitar que lo comparen con Hertzka- nótese bien el parecido circunstancial entre los nombres y apellidos de ambos- no cabe duda de que el programa hertzeliano contiene fuertes elementos utópicos, anunciados expresamente en su libro posterior "Altneuland" (1902, "Vieja-nueva tierra" o según la traducción de Sokolov al hebreo: "Tel-Aviv"). Son estos elementos los que nos permiten establecer la tesis de que Hertzl no buscaba la creación de un estado normal como todos los demás sino un estado en el cual se aplicarían desde el inicio todas las ventajas del progreso y de la tecnología moderna.
En este contexto podemos apreciar la oposición de Hertzl al trabajo agrícola, profesión considerada como un anacronismo, si bien el llamado a la productivización de la vida judía era un elemento fundamental en la literatura de la emancipación y en la mayor parte del pensamiento sionista clásico. Con ello Hertzl insinuaba su oposición a los "Jovevei Sión" y en especial a su sector más activo en la colonización de Eretz Israel, los "Biluim" (una de las decenas de asociaciones agrupadas en ese movimiento, basada en las siglas del proverbio "Bet Jacob Leju Veneljá": Casa de Iacob vayan y marchemos hacia Eretz Israel), a quienes además veía como infiltrados que despiertan la ira del gobierno otomano y constituyen un obstáculo para la obtención del "Charter" o autorización diplomática internacional.
La creación del estado debe tomar en cuenta los errores del pasado y la tecnología del presente, es decir estableciendo una infraestructura moderna. La mano de obra será aportada por los judíos pobres pero una vez establecida esa infraestructura vendrán los profesionales e intelectuales. La planificación urbana y económica primará, una vez que se hayan solucionado los problemas legales y la compra de tierras. En un plano social la visión de Hertzl incluye aun para los obreros descalificados un día laboral de 7 horas, hecho insólito en esa época, al cual se suman leyes laborales avanzadas como la exención de trabajar para toda mujer embarazada o un programa alimenticio apropiado y la anulación del hambre y la desocupación. Una constitución diseñada por juristas de primer nivel definirá los derechos y deberes del ciudadano. No obstante, el régimen ideal según Hertzl es la "monarquía democrática" o la "república aristocrática", con lo cual demostró su conservadurismo político, en contradicción con los mensajes progresistas en otros niveles. El interés de Hertzl era asegurar la gobernabilidad centralizada. La democracia es vista como un régimen basado en la "pureza moral" política, cualidad inalcanzable según este pensador. Las masas son peores que los parlamentos, son fácilmente influenciados. Sin embargo, el acceso a la élite política será abierto e irrestringido.
El modelo Hertzeliano posee pues fuertes elementos controvertidos y una dimensión axiomática que difícilmente pueda ser aceptada por la totalidad del pueblo judío, sea a fines del siglo pasado como así también a fines del siglo XX. En ese sentido, y partiendo de las premisas anunciadas por Hertzl, es justificado definir su programa como una utopía moderna: "Aprenderemos de los errores históricos de otros, y también de los nuestros, ya que somos un pueblo moderno y deseamos ser el más moderno de los pueblos" (sección "Asociación de los judíos", al final del artículo denominado "Constitución"). Ello significa que no necesariamente el programa requiere la colonización de Eretz Israel, o que el pueblo necesita una lengua en común como el hebreo, o que debemos oponernos a la teocracia y fomentar la separación entre religión y estado. Hertzl era un pragmático que supo adaptarse dinámicamente al espíritu de la época, a pesar de sus prejuicios conservadores y su fe ciega en el modernismo. Es un hecho que apenas publicó su libro el "Estado de los Judíos" optó por acentuar la centralidad de Eretz Israel y del idioma hebreo (como fue aclarado en la primera versión hebrea del libro, publicada en 1896 en Varsovia por Mijal Berkovitz). Aun en lo referente a temas polémicos como el rol de la religión judía en el estado, Hertzl prefirió no reiterarlos en sus discursos y apariciones públicas, priorizando los elementos unificantes del Sionismo y aliándose incluso al sector del Sionismo religioso en su lucha contra el debate en torno de la cuestión cultural. En otras palabras, utopía y realidad estaban entrelazadas, la búsqueda de normalidad no implicaba la visión de un estado como cualquier otro.
"Altneuland" describe la realidad del estado de los judíos tal como la desea ver Hertzl 20 años después de su creación, y en este escrito es indudable el carácter utópico de su visión. No cabe duda de que la sociedad añorada es justa, ilustrada, armónica, en la cual hay posesión pública de las tierras (idea impulsada a través del Fondo Agrario Nacional o "Keren Kaiemet LeIsrael"). La economía será básicamente cooperativista, con bases solidarias muy fuertes, "síntesis entre individualismo y colectivismo" (ver Avineri, op.cit., p.113). En un plano político habrá voto universal, participación plena de la mujer y plena igualdad de derechos para las minorías no judías. La educación será libre y gratuita, desde el jardín de infantes hasta la universidad. En lugar se servicio militar obligatorio habrá un pequeño ejército profesional, pero todo joven deberá aportar dos años de trabajo a la comunidad. Como resume Avineri: "el Altneuland cuenta con todos los elementos de una sociedad utópica en la cual es socialismo mutualista se enlaza con el progreso tecnológico y el planeamiento centralizado" (Op.cit., p.116).
Según Avineri Hertzl "pronosticó los elementos socialistas utópicos de la reconstrucción sionista..." (Ibid., p.117-118). Esta conclusión es válida pero en el plano que nos ocupa deberíamos agregar que a su vez el modelo Hertzeliano contiene la búsqueda constante de una síntesis entre normalidad y utopía, todo lo contrario a la normalización que se atribuye al pensamiento sionista político. La normalización se restringe a la dimensión política, a la auto-determinación y la necesidad de establecer un estado propio, si bien Hertzl estaba dispuesto a aceptar una autonomía o soberanía parcial en el marco de un gran imperio al menos en la primera etapa de la implementación de su programa nacional. Una vez encarada y encaminada la dimensión política, será posible avanzar en otras dimensiones, como la cultural y religiosa.
B. El pensamiento de Ajad Haam:
El padre del Sionismo espiritual le reprochó a Hertzl varios aspectos de su pensamiento, como el desconocimiento de la historia y las raíces del Judaísmo polaco-ruso, la indiferencia aparente ante el problema cultural y la necesidad de un idioma nacional, la falta de compromiso hacia Eretz Israel, y el énfasis primario en la miseria de la condición judía o la obsesión por el malestar de los judíos ("Tzarat Haieudim") a diferencia del problema moral-espiritual ("Tzarat Haiadut"). El llamado de Ajad Haam a erigir un Estado Judío (a largo plazo y en forma paulatina) en lugar de establecer un Estado para los judíos se ligaba al dilema antes presentado. La intención no fue establecer un estado religioso o teocrático, Ajad Haam abandonó tempranamente el entorno religioso familiar y se abrió a la cultura universal, en especial a la filosofía positivista. De esta manera se convirtió en el principal intelectual del Sionismo y en un modelo para amplios sectores que buscaban una solución nacional y espiritual más allá del esquema religioso tradicional.
El enfrentamiento ideológico entre Hertzl y Ajad Haam es un fiel reflejo de la trascendencia del dilema de la normalización. En un plano pragmático Ajad Haam fue más realista que Hertzl, criticando los elementos utópicos de sus propuestas como la fe ciega en las conversaciones diplomáticas, la ignorancia del problema árabe, y el hincapié absoluto en el antisemitismo como problema fundamental o eje central de la denominada "cuestión judía" (Judenfrage). En ese sentido su mayor preocupación fue que los procesos migratorios del pueblo judío hacia occidente conduzcan a un vacuum espiritual y a la asimilación. El estado es un medio y no un fin en si mismo, la mera concentración territorial o la planificación teórica no garantizan una especificidad cultural y la revitalización espiritual. El eje de la discusión era pues filosófico y no político, a pesar de la fuerte dimensión utópica del pensamiento hertzeliano, las bases axiomáticas eran débiles e imposibles de alcanzar según Ajad Haam. En otras palabras, sin la generación de una base espiritual-cultural, la "preparación de los corazones", la educación y la resurrección de la lengua hebrea, la creación de un centro espiritual en Eretz Israel que se base en las élites más selectas del pueblo judío (en lugar de la masa empobrecida), el modelo político de Hertzl es una mera quimera.
La discusión se basa pues en el dilema de la primacía de la política versus la primacía de la cultura nacional. Según Hertzl la solución política conducirá a la solución del problema de identidad nacional, según Ajad Haam sin la renovación espiritual y la recuperación de la cultura es imposible e inaccesible la solución política. Para Hertzl urge encontrar un refugio político en el cual se puede experimentar socialmente y programar una utopía social. Para Ajad Haam urge recuperar la identidad cultural, el sentido de pertenencia colectiva, la voluntad de existir, antes de establecer el estado. Queda bien claro que ambos tienen perspectivas muy diferentes de la realidad judía de la época, fácilmente comprensibles si se analiza el contexto biográfico y geográfico de cada uno.
Hertzl era un intelectual identificado con la cultura alemana, sumergido en un proceso de asimilación y alejado de las raíces judías, si bien recibió una educación judía básica en su infancia en Budapest, que se puede catalogar como reformista. Ajad Haam se crió en un ambiente Jasídico típico de la Zona de Residencia de la Rusia Zarista, es decir poseía profundas raíces judías y estaba en condiciones de conocer en forma directa la historia y la situación del Judaísmo europeo. Su activismo en los círculos intelectuales judíos de Odessa y su inserción en la "Haskalá" o iluminismo judío desde una óptica literaria hebraísta, más allá de su talento natural de escritor, lo pusieron en una situación privilegiada que permitió balancear los elementos débiles del pensamiento hertzeliano. Por otro lado ambos poseían personalidades muy fuertes y eran reacios a toda crítica. Hertzl veía con recelo todo desafío a su liderazgo o potencial de liderazgo alternativo, no solamente por su carisma natural y convicción política sino también por su conservadurismo casi aristocrático. Es por ello que ambos se encontraron apenas dos veces, durante las sesiones del primer Congreso Sionista en Basilea, y ya en el primer encuentro se generó una hostilidad personal que Hertzl manifestó tratando de anular el segundo encuentro y Ajad Haam al regresar a Odessa y criticar duramente las premisas del Sionismo político y las falencias del sistema político creado por Hertzl en ese congreso.
El Judaísmo de Europa occidental miraba con desdeño al judío de Europa oriental ("Ostjude) y temía las consecuencias antisemitas del aluvión migracional proveniente del este. Los intelectuales judíos de Rusia rechazaban la soberbia o altanería de las élites judías emancipadas. No obstante ambos sectores comprendían que se complementan y son mutuamente dependientes. No en vano Pinsker publicó su "Auto-emancipación" en alemán y lo destinó al liderazgo judío emancipado. Pero tampoco es casual que Hertzl nunca escuchó hablar de Pinsker ni se enteró del precedente establecido en Rusia que en mucho se asemejaba a su "Estado de los Judíos", hasta la publicación de este último libro. Las tensiones entre Hertzl y Ajad Haam eran pues previsibles y lógicas, si bien no pocos líderes del movimiento "Jivat Sión" en Rusia apoyaron a Hertzl y su visión política desde un comienzo, como el Rab Mohiliver y Menajem Usischkin. No obstante Ajad Haam lideró una amplia oposición a Hertzl que aglutinó a líderes del "Comité de Odessa", uno de los más importantes entre los "Jovevei Sión". Por supuesto esta oposición se nutrió de los ataques de Hertzl al Sionismo práctico y a la colonización agrícola de la primera "Aliá", ampliamente difundida en el transcurso del año 1896. Este núcleo opositor estuvo a punto de boicotear las sesiones del primer Congreso Sionista, hecho impedido debido a los temores ante la reacción popular. Por otro lado el fuego opositor fue avivado por Hertzl al ignorar al liderazgo del Sionismo ruso y menospreciar la calidad de sus principales representantes.
Ajad Haam fue tibiamente invitado al primer Congreso Sionista y aceptó la invitación en calidad de periodista, no de representante electo democráticamente. Desde un principio tensiones personales ensombrecieron los vínculos entre ambos pensadores y líderes. Pero por sobre todo primaron las desavenencias ideológicas: Ajad Haam no aceptaba la premisa central del Congreso de organizar un movimiento nacional centrado en la meta política, dejando en un plano secundario al problema espiritual. No es casual por lo tanto que las críticas incipientes de Ajad Haam contra Hertzl, publicadas en su prestigioso periódico hebreo "Hashiloaj", se multiplicaron después del congreso de Basilea (La mejor biografía e investigación sobre Ajad Haam, en la cual hay una importante reseña del enfrentamiento con Hertzl es la siguiente: Joseph Goldstein, Ahad Haam, Biografía, Jerusalem, Ed. Keter, 1992, en hebreo). Justamente estas críticas alimentaron la voluntad de afianzar el camino del Sionismo espiritual, permitieron que filántropos judíos decidan mantener la edición del periódico "Hashiloaj" y a Ajad Haam como su editor, y sentaron las bases para la creación de la "Fracción democrática" dentro del movimiento sionista. Sin embargo, Ajad Haam no volvió a participar en un congreso sionista ni contribuyó en forma directa o personal a institucionalizar un partido propio dentro del Sionismo. En un plano político y organizativo su línea fracasó y el liderazgo de Hertzl se impuso. No obstante, no triunfó una postura de mera normalización de la vida judía, nuestro análisis nos demuestra que ambos pensadores desestimaban la normalidad entendida como mera igualdad a otras naciones. Sus aspiraciones para el pueblo judío eran mucho más profundas y trascendían lo normativo. Es cierto que Hertzl, por su falta de raíces judías tradicionales y su énfasis en la dimensión política, era el más cercano a la concepción de normalización. Al definir la cuestión judía como problema nacional y establecer que solamente será solucionado de acuerdo a las demandas del nacionalismo europeo de su época, Hertzl adoptó una visión normalizadora. Ajad Haam asumió también una premisa universal y acorde con pautas del nacionalismo moderno al establecer que toda nación debe tener una voluntad vital, un desarrollo espiritual y una conciencia cultural que preceden al territorio y a la soberanía estatal. Pero no cabe duda que esas premisas eran atípicas para la generación de los primeros líderes y pensadores sionistas, y constituía desde el principio un desafío derivado de la búsqueda de especificidad judía en la sociedad modern

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